El Ciclismo para un bien Urbano
En esta nueva realidad de distanciamiento físico, donde somos prisioneros de nuestros hogares, el disfrute recreacional ha tomado un protagonismo indudable en nuestras ciudades. En este desahogo hacia el exterior, en el que hemos logrado desbordar nuestras ansias, ha surgido una cultura más proactiva hacia el transporte ciclista. Esta iniciativa espontánea, nacida durante el asfixie de la pandemia, es una nota de positividad que no puede quedar ignorada por aquellos que aspiran una revolución urbana.
Luego de acertar esta novedad en el transporte, hay que ver el presente contexto de nuestra realidad paisajista. Nuestro país es uno atrasado en los movimientos de ciudad sostenible. Un urbanismo dominado por el esparrame infeccioso, la dependencia vehicular y infraestructura antigua, no presenta la visión de un país del siglo XXI.
Cuando analizamos el porqué de nuestra presente existencia de una metrópolis hundiéndose hacia el pasado, tenemos que tomar en cuenta la influencia de la planificación Norte Americana. Esa nación al cual estamos ligado, ha impulsado el crecimiento de sus ciudades a través de sus anchas carreteras, la venta impetuosa de vehículos e inversión económica rampante. Dos ciudades hoy en día pilares del turismo americano han sido resultados consecuentes a esta fórmula fogosa de hacer ciudad, una siendo el “imperio con orejas” de Orlando Florida y el otro el “Playground de la Adultez” en Las Vega Nevada.
Puede parecer que el tamaño de la ciudad determina las carreteras que recibe, de modo que las grandes ciudades tengan grandes carreteras, pero a menudo funciona a la inversa: las ciudades crecen porque tienen grandes carreteras. Como ha escrito la famosa urbanista Jane Jacobs, la tarea del desarrollo económico es exportar bienes y servicios e importar salarios y ganancias.
Puerto Rico ha sido influenciado grandemente por estas políticas publicas en favor al uso vehicular y esparrame urbano, pues estas dos enfermedades usualmente van de la mano. A diferencia de las previas ciudades mencionadas, Puerto Rico no ha tenido el éxito en la “inversión rampante”, dejándonos huérfanos a un panorama impráctico. Las estadísticas no mienten, en Puerto Rico por cada 1000 habitantes hay 635 carros, según los datos censos alrededor del mundo Puerto Rico se coloca numero 12 en entre más de 200 países y territorios del mundo con más autos.
¿Cómo puede un país pequeño en tamaño ser tan inclinado hacia el uso del automóvil? ¿Como podemos disminuir nuestra congestión vehicular? ¿Como podemos bajar el usuario del vehículo hacia otra alternativa de transporte? Muchas de estas preguntas se han querido contestar con la solución de proveer mas carreteras para así aliviar el flujo, pero lo que usualmente ocurre es que mientras más vías existan más estimulo hay hacia guiar.
Aunque el ciclismo no es la respuesta total para esta complejidad, si representa una alternativa de apoyo hacia un futuro mas saludable. Es entonces momento de tomar nuestras políticas publicas y secundar las iniciativas ciudadanas que quieren una ruta alterna. Para esto suceder hay que primero romper con la cultura de “vehiculo dependencia”. La bicicleta es la forma más saludable y eficiente de transporte que existe. Con la misma energía que te toma caminar hacia un destino una bicicleta te lleva tres veces más lejos y mejor aún es compacto al momento de estacionar.
Sin embargo, nuestra realidad patriótica es que en una familia de cuatro tienen quizás tres vehículos y para una compra rutinaria en la panadería comunitaria que les queda a menos de una milla, el ciudadano decide transportarse en su vehículo para luego combatir con otro por el espacio del estacionamiento mas cercano. Eso es un ejercicio insostenible, nuestra conciencia tiene que adaptar actitudes más económicas hacia la circulación diaria de rutina urbana.
Por eso hay que tomar ejemplos de ciudades exitosas en el movimiento ciclista. Precedentes de Europa como los Países Bajos que cuentan con el porcentaje mas alto de ciclismo en donde un 27% de todos sus viajes se hacen pedaleando. El 95 % de los jóvenes holandeses toman sus viajes a la escuela en bicicleta, librando a sus padres de esa carga mañanera y propiciando la vida comunitaria. En Dinamarca la revolución del ciclismo también se ha hecho sentir, haciendo el ciclismo el modo de transportación mas popular en la zona urbana donde en ella 40% de los trabajadores prefieren pedalear a sus trabajos por encima de guiar.
Un ejemplo del nuevo mundo en la nación americana es la ciudad de Portland, donde obtuvieron un crecimiento de 360% en viajes ciclistas desde el 1993 al 2008 de 3,600 al día para un aumento de 16,700. Lo más increíble de ese crecimiento es que se logro con tan solo el 1% del dinero de fondos para transportación y hoy en día ese 1% mantiene firme un 8% de los viajeros en dos ruedas. Con el costo de una milla de autopista ($50 millones), Portland construyó 275 nuevas rutas ciclistas. Este impacto de estas nuevas rutas fue tanto que las propiedades cercanas aumentaron su valor y los comercios sus ventas. (Estadísticas provienen del libro “Wakable City” de Jeff Speck)
Con un clima muy afortunado, como entonces podemos negarle inversión a una transportación tan valiosa para la vida urbana. Hemos comenzado a ver avances en la ciudad capital pero esa misma intención se tiene que percibir en los demás municipios. Hay que comenzar a brindarle espacio adecuado y seguro a nuestros ciclistas. Que el ciclismo no solo sea viable para esos deportistas de alto calibre, nuestras ciudades tienen que ser “8 to 80 cities” que respondan tanto a las audiencias jóvenes y seniors. Tomar medidas drásticas que rompan con la dependencia vehicular, cerrar carriles y brindárselo a los ciclistas. Medidas a corto plazo como cerrar el flujo vehicular en zonas de interés un día de la semana para ver como responde la circulación. Crear rutas híbridas entre los parques y ciudad. Trazar líneas desde los suburbios a nuestros cascos urbanos que tanto necesitan de una población directa.
Para continuar fomentando este transporte la seguridad es vital, todo ciclista te dirá que mientras más participación allá mayor conciencia se recibirá de parte de los conductores. Así que luego que se aumente el uso, hay que proveer buena iluminación para la noche, rondas de patrullas por los sectores más vulnerables, vegetación de aporte para área de sombras y buen diseño de carriles que animen al ciclista montarse.
Hay de que dejar de ver estas ciudades exitosas como modelos incansables. Un Puerto Rico sustentable si es posible, pero hay que dejar el miedo de romper con la cultura tradicional y poner la acción en sustitución de la palabra. Pues es el deber de todos aspirar a un paisaje deseoso para vivir.