La importancia de un legado, la historia de Tito Castro
A medida que vemos el final de muchas carreras, desde políticos, deportistas hasta líderes empresariales, todos comenzamos a analizar sus legados.
Siempre he considerado que el verdadero poder de la vida detrás de una persona son las grandes historias que podemos contar o recordar una y otra vez una vez que parten el plano celestial.
Su legado no es un evento sobre el que no tenemos control; todo lo contrario, usted puede elegir su legado y planificarlo desde temprano en la vida.
Al seleccionar cual será su legado, debe hacerlo asegurándose de que sea sólido y claro. Esto es similar tanto para empresas como individuos, y no importa si usted tiene mucho o poco; la clave aquí es dar a propósito un legado positivo a todos los que toca.
No siempre los legados son fortunas o propiedades, muchas veces los legados son ejemplos que nos brindan esos seres de luz para que aun en la distancia su presencia sea constante y permanente.
Quizás la mejor manera de explicar cómo funciona el legado es con una historia.
Mi abuelo materno Alberto “Tito” Castro-Lund, sí el mismo que tiene a su nombre la avenida Tito Castro en Ponce.
Tito Castro fue un gran industrial, contratista y un brillante hombre de negocios, un hombre que se hizo por sí mismo e impulso muchos otros hacerlo en su camino.
Llego a tener cientos de negocios en construcción, concreto, hoteles, ferreterías industriales, plantas de bloques, terrazo, grava, arena, canteras, pavimentación de carreteras, desarrollo y banca.
Su legado filantrópico fue igualmente de imponente, luego de su muerte nos enteramos que cientos de historias de su apoyo ya que insistía en que su ayuda fuese siempre anónima, para el la filantropía no era algo que se anunciaba.
Tito Castro creció en la isla de Cardona, cerca de Ponce, ya que su padre era el administrador del Faro de Cardona, mas adelante se crio en los meros en la playa de Ponce.
El menor de seis hermanos creció rodeado de una familia extensa y muy cercanos, su madre era Noruega y su padre Español.
Tito Castro Inició su carrera como cajero en el Banco Crédito y Ahorro Ponceño, el mismo banco que años mas tarde seria el Presidente de su Junta de Directores, algo de lo que siempre estuvo enormemente orgulloso.
Su primer contacto con el espíritu empresarial fue ser propietario de una gasolinera Esso en La Alhambra en Ponce muy cerca de su casa. Con el pasar del tiempo comenzó un negocio de acarreo de materiales y posteriormente se aventuró en la construcción y en una amplia gama de otros negocios.
Como no pudo darse el lujo de un título universitario, siempre quiso asegurarse de que a través de sus nietos estos alcanzaran la excelencia académica y profesional.
Era común recibir sus visitas en las Universidades en Estados Unidos, asegurándose de que nos fuera bien académicamente, y también se aseguraba de que nos divirtiéramos con él.
Le encantaba hacer cenas extraordinarias con docenas de nuestros amigos y esto lo hacia sentir joven, pero sobre todo mantenía una conexión directa e intima con todos sus nietos; algo que aun hoy extrañamos todos.
Todavía puedo verlo en las fotos de graduación de la mayoría de nosotros que tuvimos la dicha de tenerlo allí, lo orgulloso que estaba de lograr un grado académico que el se vivía a través de nosotros, algo que el no pudo experimentar personalmente.
Hay muchas historias; sin embargo, la que quizás cimentó su legado con muchos de sus nietos fueron los fines de semana en su casa de playa en Copamarina, que era su propiedad. Allí nos enseño a nadar, pescar, aprender manejar todo tipo de botes, y nos enseño el amor hacia el mar que era una de sus pasiones.
Recuerdo bien un fin de semana específico que convocó a muchos de sus nietos para que vinieran a pasar el fin de semana en su casa de Copamarina. Tuvimos un gran fin de semana de playa, paseos en bote, cenas y compartimos miles de chistes y la pasamos espectacular. Luego de cenar el domingo, todos nos despedimos. Jamás pudimos imaginar que a la mañana siguiente tendría un derrame cerebral del que nunca se recuperaría, falleciendo 28 días después hace 30 años, el 28 de octubre de 1990.
Su legado, además de su éxito empresarial y económico , es y será siempre su familia, en particular sus 18 nietos, para quienes siempre saco todo el tiempo necesario para hacer de nosotros lo que somos hoy.
Benjamín Disraeli dijo una vez: “El legado de los héroes es el recuerdo de un gran nombre y la herencia de un gran ejemplo”.