¿Me motiva la organización o me motivo yo?
Esta es una de las preguntas más hecha por varias personas al pasar de los años. Antes de responderla vamos a ver cuales son las dos caras de la moneda.
Durante varias décadas se ha estudiado y validado la importancia de tener un equipo de empleamos motivados en lugar de trabajo. Hoy día se utilizan muchos otros conceptos que pueden ser más “profundos” que la motivación. No obstante para la mayoría el tema de la motivación es la primera respuesta antes los problemas de la organización (en otra columna nos iremos más profundos en algos de estos). Opino que sigue siendo uno de los principales factores a trabajar en la organización.
Un empleado motivado puede disfrutar mejor sus tareas, tener “engagement” laboral, aumentar la productividad, desarrollar relaciones saludables en el lugar de trabajo, alejarse del estrés y el “burnout”, puede cuidar mejor el desarrollo de su organización y gozar de una buena salud mental.
La organización puede desarrollar varias prácticas para lograr la motivación, algunas de estas: adiestramientos, programas de bienestar, autonomía de tareas, programas de incentivos, actividades sociales, eventos, políticas de puertas abiertas, entre otras.
Por otra parte cada persona puede realizar una serie de prácticas que promueva la automotivación, algunas de estás pueden ser: adiestramientos, estudios, meditación, ejercicios, buenos hábitos alimenticios, apoyo emocional, desarrollo de metas, planificación, visión y propósito de vida.
A la hora de buscar sobre quién recae la responsabilidad me atrevería a decir que es compartida. La organización debe dedicar esfuerzos, estrategias e invertir para motivar a sus empleados. Por otra parte cada individuo debe buscar su propio camino a la estabilidad, motivación y felicidad. Es algo muy importante para permitir que solo dependa de los demás.