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El Foro de Puerto Rico

Thursday, 28 de October de 2021 - 3:34 PM

Tito Castro & El Hotel Copamarina

Todas las mañanas al entrar al vestíbulo de mi oficina, me recibe una foto aérea de Copamarina Beach Resort, la cual tiene el poder de transportarme en segundos a esa época tan dulce cuando mi abuelo aún estaba vivo, y Copamarina era nuestro lugar de encuentro, asueto, diversión, fiesta, playa, en fin, un paraíso. Hoy 28 de octubre de 2021 se cumplen 31 años desde que mi abuelo Tito Castro falleció, quiero recordarlo narrándoles nuestra historia familiar con Copamarina. 

Copamarina se encuentra en Guánica y para llegar al Hotel te desvías por la carretera número 333, una de las carreteras más hermosas por su paisaje de Puerto Rico, desde que entras en ella, uno tiene el sentimiento que su fin de semana allí será extraordinario.

El Hotel Copamarina fue desarrollado por los empresarios Rodas y Benvenutti de Guánica y Yauco, respectivamente, que en 1963 inauguraron un hotel de 25 habitaciones, restaurante, barra, y una piscina de agua salada, con una vista absoluta de uno de los frentes del Mar Caribe más bellos de Puerto Rico, hace ya 58 años. 

Los empresarios Rodas y Benvenutti, contrataron a dos de las empresas de mi abuelo para hacer los movimientos de tierra, hacer las carreteras e infraestructura y finalmente construir el Hotel. Así las cosas, Tito Castro Construction, Inc. y Ponce Asphalt, lograron en corto tiempo convertir el sueño de estos empresarios en realidad. La construcción del hotel, como suele pasar, le salió más caro de lo pactado y tuvieron una deuda con las empresas de mi abuelo. Luego de casi dos años de operarlo, para octubre de 1965 mi abuelo decide comprarle el Hotel Copamarina, la Salinas y la Cantera Guánica por la friolera de $100,000, mas absorber la duda que aun tenían.

Para mi abuelo fue un negocio redondo, con la Cantera nada más realizó unas ganancias enormes, pero la realidad era que mi abuelo se había enamorado de esa finca de 20 cuerdas frente al mar.  Rápidamente, comenzó hacer e implementar cambios, y contrató a Rina Jones como Gerente General para darle un nuevo giro al Hotel. Rina y su esposo Joe que vivieron toda la vida bien cerca del Hotel en San Jacinto, comenzaron a crear un ambiente familiar singular en el Hotel e implementaron los famosos “Sunday Brunch”; este Bruch de Copamarina los domingos era legendario, cientos de familias desde Ponce a Mayagüez iban religiosamente y para nosotros es un recuerdo que perdura. 

Al poco tiempo, Tito Castro decide expandir el Hotel a 72 habitaciones y añadirle un complejo de Tenis, Centro de Convenciones, entre otras mejoras, ese proyecto de expansión que fue un gran éxito. Simultáneamente, mi abuelo comienza la construcción de una casa adyacente al Hotel, al estilo que se usaba en esa época de casas con grandes balcones a vuelta redonda, techos de cuatro aguas y un “Screen Porch”; esa casa se convirtió en el refugio de toda la familia.  Mi abuelo construyó, además, dos rampas para echar botes al mar y un gran rancho para guardar los botes, en ese rancho estaban los dos Boston Whalers que teníamos uno que se llamaba Enco de 13 pies y el otro se llamaba Jonao de 17 pies, además de Sunfish, Hobie Cats, y otros juguetes, para mi abuelo asegurarse de pasarle a sus nietos el amor por el mar.

No es casualidad que él nos enseñó a todos a nadar, bucear, pescar, navegar, esquiar, en fin, nos pasó todo su conocimiento para él asegurarse que fuésemos sus compañeros en el mar, cosa que logró absolutamente.

Todos los viernes, mi abuelo iba casa por casa de sus hijas para recoger a sus nietos para ir a Copamarina, mi hermano Kaki, junto a mis primos Chalito, José Luis & Manuel éramos presencia constante en esos viajes de Ponce a Guánica por la carretera vieja.  

Pasar tiempo con mis abuelos fue un tiempo precioso que ahora podemos saborear con nostalgia. Verás, Copamarina se convirtió rápidamente en una casa de playa gigante que toda la familia disfrutaba, además de cientos de amigos íntimos que siempre iban al Hotel.

En Copamarina se celebraron las bodas de casi todas sus hijas, se celebraron cientos de cumpleaños, compromisos, aniversarios, pero, sobre todo, en la época que Tito Castro fue dueño de Copamarina, se celebraba la vida. Su espíritu afable y generoso hacía que Copamarina fuese frecuentado por cientos de amigos de él y de todos nosotros. 

Para toda la familia era un lugar muy especial y grande donde todos sus nietos, 18 en total, podían ir a quedarse en cualquier momento, pasar fines de semanas extraordinarios y sobre todo poder disfrutar de las bellezas naturales cercanas al Hotel. 

Era bastante común ver a mi abuelo y a mi abuela personalmente atender al público y operar el Hotel, aun cuando tenían personas que ofrecían estos servicios. 

Quizás lo más que les gustaba a mis abuelos era tener a toda la familia unida desde hijos, nietos, sobrinos, en fin, el más amplio sentido de la gran familia extendida. 

Cualquiera de mis amigos, o amigos de mis hermanos y primos puede dar fe de lo mucho que gozábamos en Copamarina, similar a su casa, era usual que tuviéramos 20 o más invitados para ir a la playa y pasar fines de semana allí; ellos amaban a sus nietos, les encantaba compartir con nosotros, nuestros amigos y lo demostraban con gusto, por ello, Copamarina se convirtió en una extensión de su casa.  

Era habitual que mi abuelo nos llamara, como lo hizo el último fin de semana que estuvo saludable, él nos llamó para que nos viéramos el fin de semana del 28 al 30 de septiembre de 1990, para invitarnos a la su casa de la playa en el Hotel Copamarina. Ese fin de semana en particular, la mayoría de los nietos mayores pasamos un fin de semana con él, que resultó ser una despedida. Fuimos a navegar, a bañarnos en la playa Ballena, darnos unos buenos traguitos y a compartir durante horas las cenas. Una anécdota fue que mi abuelo fue sábado y domingo a la Playa de Ballena con nosotros, ambos días, había muchas amistades nuestras haciendo camping en Ballena y mi abuelo decide llamar al Hotel para traerles un catering y bebidas a todos en la playa, se pueden imaginar como gozamos en ese fin de semana y jamás imaginaríamos que el domingo, 30 de septiembre, cuando nos despedimos, sería la última vez que nos reuniríamos de esa manera con él en su máximo esplendor.  

Como les narré antes, al otro día en su oficina en las Empresas Tito Casto, la mañana del 1ro. de octubre, tuvo un derrame cerebral que le incapacitó el lado izquierdo de su cuerpo. Luchó durante 27 días, pero ver ese roble frondoso lleno de vida incapacitado fue sumamente duro, y finalmente Papa Dios se lo llevó el 28 de octubre de 1990.

Luego de que mi abuelo falleció, continuamos visitando el Hotel Copamarina y disfrutando allí, pero en el fondo de nuestros corazones faltaba un gran ingrediente y ese ingrediente era mi abuelo. 

La familia decide vender el Hotel Copamarina, y el amigo hotelero Arnold Venus y su familia lo adquieren. Arnold Venus tuvo la idea de hacer un hotel caribeño con la arquitectura propia del Caribe y su éxito ha sido enorme. Cuando inaugura, por nostalgia no queríamos ir al Hotel, pero Arnold nos convenció y tanto mi hermano Kaki, como yo comenzamos a ir regularmente, para crear con nuestras familias momentos similares a los que vivimos de niños.

No tengo palabras suficientes para poder transmitirles la sensación que uno vive cuando llegas a Copamarina, hay una fuerza mayor en esa tierra de Guánica que te transmite paz, armonía, balance y te refuerza el alma.  

Mi más grande legado será que cada uno de mis 18 nietos sean personas de bien, que todos tengan sus títulos profesionales, que emulen el sentido de familia que les transmití a través de mi amor, que sean buenos ciudadanos, que tengan fe, sobre todo, que sepan siempre que fueron mi más grande orgullo, y que estén seguros de que dentro de cada uno de ustedes hay un gran pedazo de mí, por vía de todo lo bueno que les enseñé a través de los años”.

Alberto “Tito” Castro

      23 de junio de 1989 

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